lunes, 9 de enero de 2017

El futuro agropecuario

Dentro de 40 años, cuando la población mundial llegue a 9.000 habitantes, la producción de alimentos deberá incrementarse en un 70% para satisfacer la demanda global. Un reto difícil de cumplir si se tienen en cuenta los efectos negativos que ha generado el cambio climático en la agricultura y el riesgo que conlleva para la seguridad alimentaria.

Pero de ese panorama hoy incierto surgen iniciativas que crean esperanzas. El aumento de las temperaturas, los períodos de sequía cada vez más largos y el incremento de las lluvias que causan inundaciones devastadoras, entre otros fenómenos, han llevado a que la tierra se empiece a agotar. Regiones fértiles y ricas en agricultura empiezan a perder su capacidad de producción y no aparecen recursos para detener una realidad que afecta las economías y las sociedades.
Mientras los Estados no parecen tener políticas para enfrentar la baja de productividad, ni respuestas para adaptarse a esos cambios, repensar la agricultura y brindarle a la humanidad la posibilidad de asegurar su alimentación a futuro, éstas empiezan a producirse desde el Valle del Cauca, en el Centro de Investigación en Agricultura Tropical, Ciat, ubicado en Palmira.
En colaboración con el Instituto Walker para Investigación de Sistemas Climáticos, el Ciat ha desarrollado una herramienta digital denominada Climate Analogues que detecta lugares en el mundo donde la temperatura se asemeja a la proyectada para fin del siglo, conecta regiones que tendrán características similares dentro de unas décadas y desarrolla a partir de esa información granjas agrícolas que se adapten a los cambios. Se trata de identificar qué variedades de semillas y cultivos serán más resistentes, así como las técnicas para aprovechar la fertilidad de la tierra.
En resumen, es crear ahora las fincas del futuro para asegurar la alimentación del mañana. Proyectos como este demuestran que si es posible hacer algo por el planeta que experimenta transformaciones climáticas drásticas e irreversibles. Sin duda se necesita de la inversión de recursos, pero más de la decisión de los Estados y de la sociedad para adaptarse a esos cambios.
Tanzania ha sido el primer país en acoger el programa y comunidades como la de Mbinga sirven de ejemplo para el resto de África. Colombia, una de las naciones con mayor riqueza ambiental y de vocación agricultora, donde empiezan a sentirse los efectos del cambio climático, sigue en mora de emprender acciones para garantizar la producción de las próximas décadas. Aquí está el Ciat y tiene las condiciones para ser el gran laboratorio agrícola del mundo. Se requiere voluntad.
Los beneficios de sostener la agricultura y adaptarla a los cambios del clima son incuestionables: si hay suficiente producción se podrá satisfacer la demanda, los precios bajarán, más gente tendrá acceso a los alimentos y se reducirán los índices de malnutrición. Hoy 800 millones de personas pasan hambre, el 11,5% de la población mundial.

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